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Gisela Farías
Gisela Farías
5 de marzo de 2021
Joyce García, documentalista veracruzana
5 de marzo de 2021

Como dedos incandescentes

Las «historias horribles» en la obra de Fernanda Melchor

Como dedos incandescentes

Las “historias horribles” en la obra de Fernanda Melchor

Agustín Guerola B.

 “Escribir es un acto tan íntimo y das tanto de ti que, incluso, aunque tú digas que determinado personaje no tiene nada qué ver con tu vida, es como si dieras tanta parte de ti”.

Fernanda Melchor

Al momento de escribir estas líneas, el nombre de la escritora veracruzana Fernanda Melchor Pinto se ha convertido en materia recurrente entre publicaciones diversas encontradas en la red. Desde los comentarios respecto a redes sociales, hasta las menciones de distintos creadores de contenido sobre obras literarias; sin dejar de lado las entrevistas y pláticas y apariciones en distintos medios a nivel nacional e internacional.

Los motivos son varios: sus comentarios acerca del fenómeno de intercambio de libros electrónicos entre lectores de distinta situación económica, la nominación de su novela Temporada de huracanes al Premio International Booker en 2020, y la publicación en este 2021 de Páradais; su más reciente obra.

Para varios el nombre de Fernanda Melchor no es nuevo en el ámbito editorial; sin embargo, para algunos, es un tanto más añejo el saber de su existencia como escritora. Desde que en el año 2007 se realizó el primer virtuality literario Caza de letras de la UNAM o para quienes seguían el hoy desaparecido Premio al Estudiante Universitario de la U.V. Fue en este último donde su nombre fue conocido por más de uno, al ganar el segundo lugar del Premio Jorge Cuesta, en su categoría de cuento, con Al otro lado del muro en el año 2002.

El hecho que hizo girar la vista -para algunos- hacia Fernanda, fue el de ser alumna de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Veracruzana; lo que la convertía en la segunda de esta casa de estudio en obtener una distinción en el Jorge Cuesta, y de las pocas personas residentes fuera de Xalapa que lograban resaltar entre estudiantes de las áreas de letras o teatro.

Lo que más destacaron los que hicieron las primeras entrevistas a Fernanda fue su vocabulario. O al menos es lo que no dejaban de resaltar en algunos de los aspectos que citaban de ella en aquel momento. Sus entrevistadores describían su modo de vestir informal (cosa que, me parece, conserva por comodidad); la facilidad con que se desenvolvía (la tengo presente como una buena conversadora); y el hecho de ser estudiante de periodismo, cosa que era vista con agrado entre los egresados de la carrera y con recelo entre los “extraños” que concebían a Xalapa como el territorio único de los escritores de la entidad.

De Morir en viernes a Falsa liebre

La figura de Fernanda Melchor va recibiendo nuevos impulsos tras haber tenido un periodo de estudio fuera del país. A su retorno, con la licenciatura concluida, empieza su desarrollo literario con distintas colaboraciones; autora constante, como inagotable, lucha por abrir o encontrar espacios. Con ello va desarrollando sus primeros textos que llaman la atención de algunos (como trabajos en el campo del ensayo y el libro infantil Mi Veracruz, auspiciado por el Ayuntamiento de la ciudad y puerto) y le permiten experimentar la que, tal vez, sea la mejor escuela de escritura: la práctica.

Si bien en algunas pláticas (a las que se puede acceder mediante distintas plataformas o canales de video) manifiesta su descontento con los materiales escritos en estos periodos juveniles, son muestra del desarrollo de la autora, misma que a ojos de ciertos lectores permitía una recreación de la realidad desde un punto muy cercano a lo que muchos concebimos como el llamado nuevo periodismo, del cual queremos recordar como estandartes a Truman Capote y Tom Wolfe.

Con la apertura de la convocatoria al primer “reality” literario por parte de la UNAM, Fernanda encuentra una oportunidad que sería la adecuada para que su calidad fuera vista a nivel nacional; enfrentada con gente de su talla creativa (o con otros que manejaban el mismo tesón que ella); y que la sometió al que (según ella misma dijo en su momento) el mayor reto como escritora que podría haber tenido en su carrera temprana: el cumplir con momentos de cierre y con temáticas concretas. Como ella refería “enfrentar el taller” por vez primera.

Del Virtuality Caza de Letras emergió como triunfadora Falanja Adarce, alter ego elegido por la autora para conllevar el reto. Basándose en el nombre de un instrumento de tortura y del de la costra salina de las olas del mar, surge una escritora que de forma unánime hizo que todos mirarán hacia ella y, de manera indirecta, a su tierra

La violencia y sus consecuencias fueron esos primeros temas que impulsan la escritura de la novela que sería el primer paso de Fernanda Melchor en las grandes ligas editoriales, la novela que llevaba gestando desde su adolescencia y que no había podido publicar por los avatares del gremio de escritura: Morir en viernes. Sin embargo, este trabajo primario tardaría en cobrar su forma definitiva; entre hablar de las cosas que se ven en un territorio percibido por algunos como “sin ley”, el libro permite encontrar un Veracruz (o quizá cualquier otro punto del país) del nos habla la voz popular; no ya la que se percibe de padres a hijos, o entre hermanos, sino la voz que suena en los rincones más oscuros de los periódicos, de las colonias, de las personas. Al final, el libro vio lal luz años después bajo el título de Falsa liebre.

Era un viejo macilento. Un carcamal marchito. Era un guiñapo cubierto de sangre y polvo que vagaba entre las tumbas, vociferando pesadillas.

Su miserable figura era notoria desde el cerro, aquella breve prominencia que se alzaba frente al valle del río, y sobre la cual montaba guardia Lucio Flavio Domiciano, soldado de la Legión del Estrecho.

Ambos se hallaban apostados a lo largo del camino que llevaba a la aldea. Flavio vigilaba el tránsito mientras calculaba la distancia que separaba su lanza de la nuca del sepulturero. Éste, habitado por demonios, hendía su propia carne con piedras y huesos, ladrando versos que hacían llorar de espanto a los pastores.

Cierto día, el legionario observó la visita al campo santo de un andrajoso rabino. Escuchó los alaridos del espectro al humillarse ante el hebreo.

El árido clamor subió por el camino. 

Un hato de cerdos pisoteó la espalda del soldado contra el suelo.

Cuando abrió los ojos, Lucio Flavio Domiciano se halló desnudo en medio del cementerio.

El nuevo sepulturero

Falanja Adarce

(Fernanda Melchor)

Publicado en la página de Punto de Partida, UNAM

Aquí no es Miami… es La Matosa

El libro de crónica Aquí no es Miami, es el resultado de un conjunto de trabajos de crónica periodística. La crónica, ese género calificado por algunos como híbrido; pues lo ven entre el periodismo y la literatura. Este trabajo mereció el respaldo del Programa de Estímulos a la Creación y el Desarrollo Artístico (PECDA) que otorgan el Instituto Veracruzano de la Cultura (IVEC) y el entonces Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA).

O tal vez es el submundo de una literatura ya creada, en parte por la oralidad, en parte por el deseo de ser escuchado de quien la contó. Para algunas voces, la vena periodística de la formación académica y la experiencia de Fernanda Melchor se desatan en este libro. Crudo para algunos, pero no solamente por el lenguaje, sino porque aunque duela, es la realidad que las personas han enfrentado en distintos momento de las zonas de este rincón tropical.

Un “manicomio con vista al mar” decía el muro de una casa en la zona centro, refiriéndose así a la ciudad y puerto que imprime su nombre en el estado; pero ¿qué es de la conurbación que entendemos ligada a este “rinconcito donde hacen su nido las olas del mar” como decía Agustín Lara (o “las hordas del mal”, como repetían algunas voces locales)? Son los ejercicios ligados al periodismo que integran este libro los que nos dan un panorama que abarca, desde la zona centro del puerto, hasta la periferia que muchos visitan, que describen, pero que en realidad desconocen. Este es un dibujo en palabras; un ejercicio de escritor, de periodista, que permite cronicar desde el presente hasta un pasado todavía cercano –y vivo- para los lugareños; sin que los otros no lleguen a involucrarse en el territorio.

Con el año 2013 (a 2014) vieron la luz sus dos primeros libros. Pero la estatura autoral de Melchor Pinto no se detenía ahí. Su creatividad preparaba un paso más que, a juicio de más de uno, la consolidaría como una de las escritoras, en nuestros días, de mayor calidad y popularidad en años recientes: Temporada de huracanes.

Ubicada nuevamente en la zona conurbada Veracruz-Boca del Río, donde convergen hasta cuatro municipios (cinco si piensan en la cercanía con la ciudad de José Cardel, y seis si consideramos que Antón Lizardo es municipio de Alvarado), Temporada de huracanes nos lleva nuevamente a la violencia nuestra de cada día, a los lados ruines de las personas; a las caras que podemos ver al diario, pero que no conocemos desde su “otro lado”; los rostros más descarnados que nos ofrece la nota roja que podemos leer a diario. Así, con la misma crudeza con que la retrata el diario que es de venta exclusiva en la conurbación, o con la misma crueldad con que retratan a México Los olvidados o Perfume de violetas; películas de épocas distintas, pero que, como Fernanda, nos hablan de una parte de México que no quisiéramos –o no queremos, tal vez- reconocer… pero que ahí está.

Su más reciente libro, Páradais, nuevamente narra una historia en Veracruz; porque como dice ella, residiendo desde hace un tiempo ya en Puebla: “no puede abandonar la ciudad”. O quizá porque también es, en su propia voz o parafraseándola “algo que no puede arrancarse, a pesar de tener ya un tiempo de no visitar”. En su novela, actualmente en promoción, refiere otra vez la violencia; las que ella define como “historias horribles” que no quisiera contar a veces; y que más allá del nivel social o académico, hacen evidente una denuncia continua (como sus trabajos anteriores) respecto a ese “cáncer” que carcome a la sociedad mexicana que es la venta de estupefacientes… y el deseo de ser parte de algo que permite mover mucho dinero, y brinda un reconocimiento a quien lo ejerce. Fernanda Melchor, como Elmer Mendoza lo ha hecho, retrata desde la literatura los dolores que la gente de a pie, en los sectores más bajos y más altos, vive, sufre, y enfrenta para no siempre salir bien librado.

Quiero saltar del tranvía porque no quiero contarle a nadie más mi secreto. Ni a Adelfa, ni a papá, ni al médico de mi madre, ni al indio que mira dentro de las almas para adivinar los ensueños. Adelfa estruja mi mano, sonríe, me mira con ojos serenos. Su hermoso cabello escapa del gorro en rulos dorados. Quisiera ser varón para atraparla del cuello, para devorar sus labios y hundir mis dedos en su carne, la más secreta. Para enterrarme en ella y reponerle al hijito aquel que se le ahogó en una espadañada de sangre.

El tranvía se detiene. Adelfa suelta mi mano. El candilazo alumbra sus cejas. Aunque los aullidos acaben para siempre con mi sueño, vendería mi alma al mismísimo demonio con tal de estar con ella.

Corazón de pollo

(fragmento)

Falanja Adarce

(Fernanda Melchor)

Publicado en la página de Punto de Partida, UNAM

Fernanda Melchor Pinto

Nació en Veracruz, Veracruz, en 1982. Es periodista, narradora, ensayista y traductora. Estudió comunicación en la UV, con un diplomado en Ciencias Políticas por el Institut d’Études Politques, en Francia. Egresada de la maestría en Estética y Arte de la BUAP. Coordinadora de la especialidad en Comunicación universitaria, del campus Veracruz-Boca del Río, de la UV. Ha publicado en La Palabra y el Hombre, Excélsior, Replicante, Generación, Reverso y Milenio Semanal. Traductora de Francisco Goldman y David Lida. Ganadora de varios premios convocados por la CNDH; Primer Certamen de Ensayo sobre Linchamiento, 2002; Virtuality Literario Caza de Letras 2007 de la UNAM; y de la Fundación de Periodismo Rubén Pabello Acosta, con el Premio Estatal de Periodismo 2009. Premio Nacional de Periodismo Dolores Guerrero 2012 por la crónica Veracruz se escribe con Z. Premio Anna Seghers 2019, otorgado por la Fundación Anna Seguers. Premio Internacional de Literatura 2019 por Temporada de huracanes y su traducción al alemán, otorgado por La Casa de las Culturas del Mundo, en Berlín. El New York Times destacó su novela Temporada de huracanes dentro la selección de libros de ficción en 2017. Su obra aparece en las antologÍas México 20 (Conaculta) y Crónica (UNAM, núm. 3, 2018).

Sobre el autor del texto

Agustín Guerola B. es licenciado en ciencias de la comunicación por la U.V. Participante en concursos de literatura para trabajadores en los años 1997 y 1999; ganador del segundo lugar del Premio al Estudiante Universitario Jorge Cuesta de la U.V. en la categoría de poesía (2000), finalista en el primer concurso de Poesía por Internet convocado por el FCE; y segundo lugar de los Juegos Florales del Ateneo Veracruzano (2003). Actualmente trabaja para la oficina de fomento a la lectura de la Subdirección de Educación e Investigación Artística del IVEC.

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