logo_plecalogo_plecalogo_plecalogo_pleca
  • Inicio
  • Editorial
  • Pieza del mes
  • Articulos
  • ¿Qué leer?
  • Multimedia
Cartelera
9 de marzo de 2021
Gisela Farías
Día internacional de la mujer
9 de marzo de 2021

Llorar a nuestras muertas

Dra. Mónica Mendoza Madrigal

Es muy complejo abordar el tema de la violencia contra las mujeres porque no tenemos la costumbre de reconocerla como lo que es: una serie de delitos cometidos en contra de ellas.

Solemos ponerlo en el mapa solo a partir de la cantidad de asesinatos que se han cometido, de los que hasta hace poco sabíamos casi nada, hasta que los cuerpos mutilados, embolsados, desmembrados, violados y luego arrojados como desechos han ido saltando de la nota roja a las primeras planas, tanto por su crueldad como por la recurrencia.

Con uno de estos casos debería bastar para movilizar a las fuerzas del Estado, cuya prioridad debería ser investigar cada detalle para dar con los culpables y hacerlos pagar por su delito. El problema es que se nos juntaron los casos y se acumularon las indolencias. 

En tan solo el mes de enero de 2021 hay en todo el país 67 presuntos feminicidios según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) y Veracruz sigue siendo el segundo estado en número de casos registrados registrando 6 cometidos, cifra que coincide con la citada por el Observatorio Universitario de Violencias contra las Mujeres. 

Si estos crímenes nos estremecen, más debería hacerlo saber que únicamente el 26.4 por ciento de los asesinatos de mujeres son tipificados como feminicidios. Los demás, quedan dentro del abismo infinito de los casos que son clasificados como homicidios dolosos (a propósito) que en 2020 fueron dos mil 791, o culposos (accidentales) que ascendieron a tres mil 136, de acuerdo con la misma fuente oficial y que tienen otra penalidad menos grave por alcanzar esa clasificación.

¿Por qué no se detiene esta oleada de violencia feminicida?

A la complejidad que entraña esa inocente pregunta habría que puntualizar dos aspectos centrales. El primero, el altísimo nivel de impunidad. Si el asesinato no es clasificado como feminicidio, entonces podría incluso no ser considerado como delito grave. Pero de los que sí se tipifican de esta manera, un reducido número son consignados ante un juez y el porcentaje de sentencias condenatorias es muy bajo en comparación con el número de casos, en buena medida debido a la falta de perspectiva de género entre los juzgadores, respecto de lo cual hay que señalar que la propia Secretaría de Gobernación reveló que de las tres mil 552 agencias del Ministerio Público que hay en el país, menos del 5 por ciento son especializadas en delitos contra las mujeres.

La segunda razón es el incremento de la violencia feminicida es entender que no se trata de un delito aislado, sino de la consecuencia de una serie de violencias previas que no se ven a tiempo y que escalan hasta llegar a estos extremos, en los que el daño ya es irreversible.

Y ante ello, el Estado no es culpable, sino cada persona.

Ahí es donde no basta con cuidar a sus hijas, a sus madres, a sus hermanas, porque todas somos hijas, madres o hermanas de alguien a quien quizá no conozcas, pero que si no estamos, nos buscarán y nos llorarán porque somos personas y nadie tiene derecho a cortar nuestras vidas. Respetar a todas debería ser el lema, pero no se respeta ni a las que se tiene cerca.

Y para muestra, un botón. Pese a lo escalofriante del panorama de las cifras anteriormente compartidas, la violencia contra las mujeres no se reduce a las que son víctimas de feminicidio y ni siquiera a las que son asesinadas, pues el mismo reporte del SESNSP –respecto del cual se estima que hay un sub registro– revela que han crecido en forma preocupante las lesiones dolosas, la corrupción de menores, la trata y fundamentalmente la violencia familiar, que hasta el 30 de septiembre ascendía a 167 mil 868 casos denunciados.

Sí. Escuchamos que los gobernantes echan campanas al vuelo diciendo que el secuestro, el tráfico de menores, la extorsión y las violaciones bajaron. Las más de 12 millones de llamadas al 911 en 2020, así lo revelan.

Y eso que no todas denuncian, no todas reclaman, no todas piden ayuda.

Porque muchas tienen miedo. A que el enojo sea peor si denuncian; a que las corran si dicen “no quiero”; a que mañana no vuelvan a casa; y a que no encuentren nunca su cuerpo.

Y con todo y el miedo que paraliza, las mujeres hemos encontrado en el abrazo colectivo y sororo de las hermanas nuestras a quienes nos hemos unido como una forma de decir ¡ya basta ¡

Al combate a la violencia contra las mujeres por razón de género – sí, porque la razón por la que nos matan es precisamente por el hecho de ser mujeres – hoy acudimos todas: feministas y no feministas, jóvenes y adultas, niñas y ancianas, ricas y pobres. Todas al cuidado y todas al llamado porque, así como hoy lloramos por una, si la situación no cambia, mañana seguramente lloraremos por otra y por muchas más. 

Mónica Mendoza Madrigal.

Doctora en Investigación de la Comunicación por la Universidad Anáhuac México, Maestra en Comunicación Política por el Centro Avanzado de la Comunicación A.C. y Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la UCC.

Tiene estudios en derechos humanos y género y una amplia trayectoria en el ejercicio de la comunicación política. Recientemente concluyó el cargo de Directora de Comunicación Social de la Presidencia de la República en el Estado de Veracruz y actualmente se desempeña como titular del Centro de Estudios para la Igualdad de Género y Derechos Humanos de la LXV Legislatura del Congreso del Estado de Veracruz.

Compartir
1

Publicaciones relacionadas

5 de marzo de 2021

Rubí Oseguera Rueda, bailadora y antropóloga


Leer más
5 de marzo de 2021

Joyce García, documentalista veracruzana


Leer más
5 de marzo de 2021

Como dedos incandescentes


Leer más
© 2020 Blog piedra de mar. Todos los derechos reservados